jueves, 24 de febrero de 2011

                        JAMAICA, UN PARAÍSO ENCANTADO
Territorio de los ritos africanos y las leyendas de piratas, del reggae y las extensas plantaciones de azúcar, de los rastafaris y las playas de aguas transparentes, la isla se abre al viajero como un mundo encantado, de belleza salvaje e insinuante.
Jamaica un lugar en el mundo con playas de arena blanca y mar turquesa, con montañas azuladas, ríos y cascadas caudalosas y una historia protagonizada por piratas, terratenientes y esclavos rebeldes.
No hacen falta más palabras para presentar a Jamaica.
Laa isla que, siglos atrás, un navegante genovés describiera como un paraíso encantado y que hoy, a pesar del paso del tiempo, mantiene su encanto.
Cuando Cristóbal Colon pisó estas tierras, en su segundo viaje al Nuevo Mundo, sólo pudo descubrir que la isla ya había sido descubierta. Su nombre era Xaymara, que significa "tierra de agua y madera", y sus habitantes los arawak, por ese entonces ya disfrutaban de las abundantes riquezas naturales.
Años más tarde, Spanish Town, el segundo asentamiento español en Jamaica, se convertía en la nueva capital de la isla. Pero la historia quiso que el final fuera otro, y Jamaica dejó de rendir tributo a los reyes de España para terminar en manos de los ingleses.
Bajo el dominio británico la isla se convirtió en una enorme plantación de azúcar. Montego Bay, en el noroeste, fue uno de los primeros puertos en beneficiase con el comercio y a comienzos del siglo XX, ese conjunto improvisado de casitas se convirtió en una ciudad próspera bendecida por extensas playas de arena fina bañadas por el mar.
Los primeros turistas ingleses y americanos comenzaron a llegar atraídos por la supuesta existencia de aguas curativas en la zona. Doctor´s Cave, Walter Fletcher y Tropical Beach muy pronto se convirtieron en las playas favoritas. Y la preferencia se mantiene hasta hoy en día.
A la arena y el mar se sumaron los hoteles de lujo y los resort's all-inclusive, completos turísticos que ofrecen desde piletas privadas hasta la posibilidad de casarse en 24 horas con juez, testigos y torta de bodas incluidos. Además de deportes náuticos clásicos como el windsurf o la navegación, esta clase de hoteles all-inclusive tienen equipos y embarcaciones profesionales para quienes se atreven al buceo. En las playas de Mobay un extenso arrecife de coral con grutas y paredes submarinas, una gran variedad de peces multicolores y sobre todo, la calidez y visibilidad del agua hacen que la experiencia sea especialmente tentadora.
Pero Montego Bay, no es sólo mar turquesa y arena blanca. A pocos kilómetros de la ciudad, en dirección a Falmouth, dos señoriales mansiones del silo XVIII se convervan hasta el día de hoy, como auténticas testigos de la turbulenta historia jamaiquina.
La construcción de Greewood Great House, en la cima de una colina, fue encargada 200 años atrás por una familia tradicional de apellido Barret. Desde el balcón ubicado junto al comedor principal, los Barret podía disfrutar de la mejor vista panorámica de las playas del norte y al mismo tiempo observar en toda su magnitud las extensas plantaciones que administraban. En la visita guiada por la mansión cada uno de los objetos compone una invaluable colección de antigüedades, como un órgano que funciona con discos perforados, escritorios con un compartimiento secreto, sillas que se convierten en escaleras e ingeniosas trampas para esclavos.
Es que debido al alto número de desertores que comenzaban a conformar grupos de ataque, los dueños de las plantaciones buscaron la forma de retener a sus trabajadores a cualquier precio. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, no pudo detener las fugas ni los inminentes incendios de mansiones. A medioados del siglo XIX, de las 700 residencias sólo quedaban 17.
A dos horas y media de Montego Bay, por la carretera norte, se llega a Ocho Ríos, una bahía protegida por acantiladospronunciados. La impactante belleza de Oracabesa, un paraje muy próximo, terminó de convencer al reador de James Bond de construir allí su morada.
En un dirección opuesta a Oracabessa se encuentra otro de los atractivos principales de Ocho Ríos: las Dunn´s River Falls, una serie de cascadas encadenadas que desembocan en el Caribe. Todos los años miles de turistas enfrentan el desafío de escalarlas, o aprovecha los piletones intermedios para disfrutar del agua dulce. En un colorido mercado ubicado en las cercanías, los artesanos, en una típica actitud jamaiquina, invitan en forma insistente a observar sus trabajos y llevarse alguno de recuerdo. Si la invitación no recibe respuesta, de todas formas el "Yeah, mon" es una suerte de saludo que perdona la indiferencia.
A finales del siglo XIX, Port Antonio era conocido como la capital mundial de las bananas. El comercio de esta fruta empezó oficialmente en 1870 y los primeros importadores fueron Estados Unidos e Inglaterra.
Las balsas de bambú fueron construida originalmente por los dueños de las plantaciones para transportar bananas y también para entretener a sus familiares. Hoy el rafting por el Río Grande se ha vuelto una gran atracción para los amantes de la aventura.
Una estrecha balsa construida con cañas de bambú navega impulsada por la corriente natural del río y por la fuerza de un remero que de tanto en tanto conversa con sus invitados.
Al otro lado de Blue Mountains, de donde es extrae uno de los granos de café más sabrosos del mundo, se encuentra Kingston, la ciudad capital. Caminar por sus concurridas calles es como introducirse en una jungla de contrastes arquitectónicos y sociales. Casas coloniales, edificios modernos, shoppings, museos, señores de saco y cordata y jóvenes con el pelo acordonado se confunden y reúnen bajo un mismo lema: "Jamaica no problem".
Teniendo en cuenta esta consigna, no importa demasiado por dónde debe uno empezar a recorrer Kingston, aunque Hope Road podría ser un buen comienzo. Sobre esta calle se encuentran sitios de interés muy distintos, como la residencia del gobernador general, el museo de Bob Marley, el padre del reggae, y Devon House, una antigua mansión del siglo XIX. Este impactante palacio custodiado por un inmenso jardín de palmeras fue adquirido por George Stiebel, el primer millonario negro de Jamaica, que logró acumular en su haber 99 empresas. En el interior de la mansión que en su momento le costara a Stiebel el equivalente a 10.000 libras esterlinas, se exhiben cómodas, relojes y espejos originales y porcelana china de los siglos XVII y XVIII.
Mucho hemos hablando ya de Jamaica, pero sin dudas, si hablamos de este país, no podemos no mencionar al reggae, y por eso todo aquel que tenga la oportunidad de conocer Kingston, no puede dejar de visitar el museo de Bob Marley.
Quienes asocian a los museos al aburrimiento pueden dejar ese preconcepto de lado y estar seguros que vale la pena pagar los 15 dólares que cuesta la entrad. Lo que hoy es un museo era anteriormente el lugar donde el máximo gurú de la música jamaiquina pasaba sus días junto a su familia.
En el interior de la humilde y colorida casa uno puede imaginarse al músico cuando preparaba verduras y frutas (su único alimento), o cuando se sentaba en las rocas del jardín para compartir pipas de la paz y conversar sobre las bondades de la ideología rastafari, una combinación de misticismo bíblico e identidad africana y caribeña. Y, por supuesto, cuando desde una pequeña silla en su estudio de grabación hacía sonar esos increíbles acordes a contratiempo, y componía esas sentidas canciones de protesta que lograron satisfacer el alma de tantos lugareños.

jueves, 17 de febrero de 2011


Kingston, Jamaica.- Ahora que en México el tema de legalizar el consumo de algunas drogas está en auge, pues deberíamos de voltear a este país.
Porque aquí la marihuana es permitida. Se vende en los tianguis y la gente la consume en la calle, como si nada.
La marihuana es la planta oficial de Jamaica. Es más, la planta aparece dibujada en su bandera.
Algunos productos derivados de este vegetal se venden y son bien remunerados.
Pero hay que ser realistas en lo que a la seguridad se refiere. Mucha de esta gente, afectada por fumar esta droga, muchas veces se pasa de amigable y se vuelve violenta. Y si a esto le aunamos la poca seguridad que hay en esta ciudad, pues…
La verdad es que habría que pensarlo dos veces.

jueves, 10 de febrero de 2011

Bob Marley, El ídolo Jamaicano.




Fue en 1945 cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. Aunque, en 1945, hubo otro gran acontecimiento que sólo celebraron algunos moradores de la pequeña villa jamaicana de Nine Miles, interior rural de la parroquia de St. Ann, en el norte de la isla. Fue el 6 de febrero de 1945 cuando nació Robert Nesta Marley, hijo de Cedella ‘Ciddy’ Malcolm (a la que en muchos lugares se le da el apellido Booker, que adquiriría mucho más tarde, al volver a casarse en los EE.UU.), una mujer negra de diecinueve años, y de Norval Sinclair Marley, un jamaicano blanco de clase alta y origen inglés, de más de cincuenta años, que había decidido irse a vivir al campo. Aunque casados, los dos nunca vivieron juntos debido a la desaprobación de la familia de Marley, que amenazaba con desheredarlo.


A la edad de 3 años, la gente del vecindario cree que Bob tiene poderes psíquicos. Lee las manos de varias personas en la zona, revelándoles un sorprendente conocimiento íntimo de sus vidas. Norval llama a su hijo a Kingston donde se compromete a educarlo. Reticente, pero llena de esperanza, Cedella manda a Bob a Kingston en un microbús, en donde el niño se encuentra con su padre. Pero éste, en lugar de mandarlo a una escuela, lo manda a vivir con una anciana enferma. Bob nunca más vuelve a ver a su padre. Pasarán casi 18 meses antes de que su madre lo encuentre y acuda a buscarlo para llevarlo de vuelta a Nine Miles. La decisión de ese traslado la tomaría Omeriah Malcolm, padre de Cedella y patriarca familiar. Conocido por Custos, era un hombre respetadísimo por sus conocimientos y su condición de myalista, un hombre capaz de luchar contra los espíritus malignos manipulados por el obeah, el vudú practicado en Jamaica. Para Omeriah, su nieto sería su sucesor, ya que “estaba tocado por el dedo del Señor”.


A su regreso a St. Ann, una vez más, le piden a Bob que lea la mano de una amiga de su madre. A lo que él se niega, anunciando: "ahora soy cantante". En aquel tiempo Toddy Livingstone y su hijo Neville O’Riley Livingston, más conocido como Bunny, se trasladan a Nine Miles. Marley tiene 11 años y ambos comienzan a ser buenos amigos, relación que se fortalece cuando la madre de Bob contrae matrimonio con el padre de Bunny. A comienzos de los 50, Kingston, a pesar de no ofrecer mucho trabajo, era la tierra de los sueños para los habitantes de las zonas rurales de Jamaica. Multitudes se dirigían hacia allí para engrosar fatalmente la población de villas que ya crecían en el lado Oeste de la ciudad. La mayor y más miserable de esas barriadas de villas era Trenchtown, a la que Cedella y su nueva familia se mudaron a finales de los años 50. Así Bob fue creciendo en la calle, junto con otros chicos de la misma condición, y en compañía de su ahora ya hermano Bunny, con el que comenzó a tocar latas, cajones de madera, tablas de lavar y "guitarras" improvisadas en casa. El sonido que intentaban imitar era el de las canciones emitidas por las radioemisoras del sur de Estados Unidos, que conseguían captar en sus aparatos de radio, y en las que sonaban artistas como Ray Charles, Curtis Mayfield, Brook Benton, Fats Domino o James Brown, además de grupos como The Drifters, que eran muy populares en Jamaica.


Con 14 años Bob dejó la escuela y consiguió un empleo como soldador, aunque la música ya se había convertido en el gran objetivo de su vida. La búsqueda de ese objetivo encontró dedicación exclusiva cuando una chispa del equipo con el que trabajaba le quemó un ojo. El accidente no revistió gravedad, aunque tuvo que ser llevado al hospital. Este incidente sirvió para que dejase el trabajo y se concentrase junto a Bunny exclusivamente en el perfeccionamiento de su música.